El hígado graso, también conocido como esteatosis hepática, se ha convertido en uno de los problemas de salud hepática más comunes en todo el mundo. Y aunque muchas veces pasa desapercibido, su presencia puede tener un impacto significativo en la cirugía del hígado.
En este artículo, exploramos cómo influye el hígado graso en una intervención hepática, qué riesgos se asocian y qué pasos pueden tomarse antes de la cirugía para mejorar la seguridad y los resultados.
¿Qué es el hígado graso?
El hígado graso es una acumulación excesiva de grasa en las células hepáticas. Puede deberse al alcohol (hígado graso alcohólico) o a causas metabólicas como obesidad, diabetes tipo 2 y colesterol elevado (hígado graso no alcohólico o NAFLD, por sus siglas en inglés).
¿Por qué es relevante en una cirugía hepática?
En un hígado con esteatosis, la estructura celular está alterada y esto puede provocar:
- Mayor riesgo de sangrado intraoperatorio, ya que el tejido es más friable.
- Menor capacidad de regeneración tras la extirpación de parte del hígado.
- Mayor vulnerabilidad a infecciones postoperatorias.
- Recuperación más lenta y mayor probabilidad de complicaciones.
¿Es una contraindicación para operar?
No necesariamente. La presencia de hígado graso no impide operar, pero obliga al cirujano a ajustar la estrategia quirúrgica. En algunos casos, se recomienda:
- Reducir la esteatosis antes de la cirugía mediante dieta y ejercicio.
- Valorar la extensión del daño mediante pruebas como biopsia o elastografía.
- Elegir técnicas menos agresivas si el hígado está muy comprometido.
¿Qué puede hacer el paciente antes de la cirugía?
Existen cambios que pueden marcar una gran diferencia, incluso semanas antes de la intervención:
- Pérdida moderada de peso (5–10 % del peso corporal)
- Dieta hipocalórica y baja en azúcares simples
- Control de glucosa y lípidos
- Ejercicio regular adaptado
Estas medidas no solo mejoran la salud hepática, sino que reducen los riesgos quirúrgicos y favorecen una recuperación más rápida.